Julio Cotázar

Julio Cotázar

martes, 8 de noviembre de 2011

A 40 años del Himno sagrado del Rock

El 8 de Noviembre de 1971 salía a la venta el cuarto álbum de Led Zeppelin. La portada del álbum no llevaba nada escrito, sólo la imagen de un anciano cargando leña encorvado en una lámina con relieve. En la edición del vinilo, la cuarta y última canción del lado A, llevaría el nombre de Stairway to Heaven. En la lámina interior del disco, cuatro extraños símbolos que identificaban a cada miembro de la banda. Esta canción era la única que contenía la letra. Una pieza rica e indefensa se abría paso a creer en los dioses del alba. Una melodía susceptible, cargada de sueños. Sugerente y cubierta de gritos violáceos, conoció otro Dios que se aparecía entre la niebla en un noviembre sin recuerdo. Esta escalera iba más allá del cielo. Su ritmo eterno, magníficamente interconectado entre sus integrantes, hacía desafiar la gravedad. El encanto de tribus de todo el planeta se rendía a sus pies. Una canción atemporal y despejada de etiquetas que se debatía entre lo acústico y lo eléctrico. Una porción de magia real se cayó del cielo reclamando ser escuchada. Todas las esperanzas e injusticias del mundo flotaban en esta canción. Los acordes de la guitarra de Page temblaban y parecían desconocer la realidad. La voz de Plant, les guiaba el camino sinuoso. La batería de Bonham era una confesión de violencia que no quería saber de atajos y el bajo de Jones insistía entre una turbulenta pubertad. Una pieza ecléctica que le hizo perder la virginidad al rock. En un halo marginal, este tema difunde el descontento y la esperanza al mismo tiempo. El frío cruel y el llanto bello y suave, liberaron el cerebro amurallado de seres que no estaban comprometidos con nada, de una manera secreta y perfecta. Tradujeron la tristeza al borde de un precipicio. No existía continuidad. Todo estaba cargado de un furioso presente demoledor. Esa sola pieza era una invitación al ácido y sus purezas.
Mientras el mundo crecía de mala gana, Estados Unidos se tomaba atribuciones en Vietnam que iban en contra de la comunidad hippie y su lucha por la paz. La sociedad americana descreía de las buenas intenciones de su ejército y se quejaba cada vez con más ahínco. La Casa Blanca era escenario del caso Watergate y Nixon se convertiría en el único presidente que es obligado a renunciar a su cargo. Mientras tanto, el bloque comunista, da los primeros pasos hacia una desintegración segura y la crisis del petróleo en Oriente llega a Occidente transformándose en tema central. Al mismo tiempo, Washington decide intervenir activamente en América Latina bajo una presión sistemática a través de dictaduras militares. Esta acción, algunos años más tarde, iba a afectar la vida de miles y miles de seres humanos en todo el continente americano de habla hispana.
Escalera al cielo se deslizaba ante el mundo como una vertiente invisible que difundía el idioma de los magos.
Mientras en nuestro país, dos compañeros del colegio, de nombre Sui Generis lanzaban su disco debut (Vida), que iba a dejar huella en la escena local, Spinetta editaba un disco con amigos y Tanguito era internado en el Borda. Salía a la venta Pappo´s Blues Volumen I y el rock argentino lograba una identidad.
Cuánto tenía que ver la canción de Led Zeppelin en este escenario?
Un lamento irreversible guiaba a una generación que se desangraba a pasos adormecidos dentro de una rima de luz.
En palabras de John Paul Jones: “Encierra un montón de elementos de la banda. Desde el comienzo acústico hasta la suave sección jazzera y después la parte heavy al final. Fue un suceso. No estoy hablando del suceso comercial, sino más bien que trabajamos todo y el resultado posterior. Una gran canción”.
Robert Plant comentó: “Me siento aún halagado por lo que significó y aún significa esa canción para tanta gente. Fue escrita con la mejor de las intenciones y nadie espera una cosa como esa. Los himnos son cosas con las que uno ni siquiera sueña, simplemente vienen. Siempre estuve orgulloso de esa canción”.
“Creo que logramos más de lo que alguna vez soñamos con esa canción”. Jimmy Page

Hay una dama que está segura de que todo lo que brilla es oro
Querida dama. ¿Puede usted oír el soplido del viento?

domingo, 6 de noviembre de 2011

Forzando su espaciada ejecución -1937/1945- reúno hoy estas historias un poco por ver si ilustran, con sus frágiles estructuras, el apólogo del haz de mimbres. Toda vez que las hallé en cuadernos sueltos tuve certeza de que se necesitaban entre sí, que su soledad las perdía. Acaso merezcan estar juntas porque del desencanto de cada una creció la voluntad de la siguiente.
Les doy en libro a fin de cerrar un ciclo y quedarme solo frente a otro menos impuro. Un libro más es un libro menos; un acercarse al último que espera en el ápice, ya perfecto.

Mendoza 1945

Julio Cortázar
Cuentos Completos I

Ella y los injustos

Una lluvia intensa no tardaría en llegar. La mujer ya se había vestido y el hombre iba hacia el baño en busca de mojarse la cara con agua fresca. El ya no la llamaba por su nombre. Hacía cuatro años que su esposa había muerto y su vida se alejaba cada vez más. De modo que volvió por su ropa colgada en el respaldo de la única silla, a dos metros de la ventana, que habitaba ese cuarto empobrecido y lúgubre, y sin despedirse, con el pelo todavía mojado y su barba crecida, bajó las escaleras, no sin antes cerrar la puerta, sin seguir su mirada hacia ella y se fue. Atrás había quedado el desconocimiento de ambos por haber abandonado el intento de mezclar tiempo y sentimientos. Una noche en una fiesta, al borde del río, se juraron paciencia y buenos modales. Miradas infinitas y pasiones repetidas. Él no lo sabía, pero era la última vez que la vería. Ella sacó su valija de abajo de la cama y comenzó a llenarla con su ropa, que no era mucha, y su gesto que no cambió desde entonces, y algunas voces enredadas en su mente. Al asomarse por la ventana, el cielo le mostraba su más doliente calma, una mancha hostil se desangraba allí arriba, como un volcán en erupción. No tenía miedo. Ya no tendría miedo. Es terrible ese lamento de querer hacer algo y no hacerlo. Las botas azules se las había regalado él. No se acordaría. No se volvió a mirar al espejo nunca más. Ese viaje creado desde adentro carecía de destino. El agua seguía cayendo hacía horas, las calles eran ríos anónimos y principiantes que desconocían su voluntad. Miles sin retorno a sus hogares. Era otra la causa. Un peinado de lunas rojas envidiaba el escarmiento. Cuando el molino demostraba su andar monótono en su mismo lugar, el cielo demoraba su accionar. La boca de la lluvia se había sentado a esperar la noche. Las escaleras de salida sostenían los pasos de él sin saber que eran los últimos. Las paredes dolían. La soledad sostenía delante de ella la humillación sin ocasionar más que una sorpresa. La perfecta conjunción entre esos rayos negros que eran de temer y su sangre sin querer ser expulsada. El ensayo del agua, su pleitesía, la transparencia de sus ojos descuidados al mirar el pasado. Se acabó el atado de cigarrillos, los pensamientos de él sobre ella también. Tal vez no sería fácil acumular noticias sin ser escritas. Ahora de nuevo miró el reloj sin distinguir la hora. Qué importaba. Ese lugar era asombroso, la oscuridad sin luna la ha ignorado con violencia. Lo peor era estar sola y esperando la voz de él. Se negó a escuchar la exigencia de su realidad perdida y petrificada. Merecidas las nubes con bordes afilados. Luego ella se fue sin mirarse, pero sin valijas y sin moverse de su lado. La melancólica percepción de los días se iba sucediendo en cada aspereza de esa casa, mientras el amanecer empujaba desde el horizonte con su aliento de penumbra y servidumbre.

sábado, 5 de noviembre de 2011

para ella

Sólo miras el tiempo en desorden desde la tierra

sin palabras para escuchar te refugias

en destrozos de pensamiento

los seguidores de sueños

habían permanecido de espaldas

se cubrían las piernas con las manos

mientras dialogaban algo imposible de traducir


sólo niegas a dar el salto

esa mitad por donde huyes sin que nadie lo note

sábado, 29 de octubre de 2011

Tres palabras

A la espera de la oscuridad
Alejandra Pizarnik
(1936 1972) Argentina

Ese instante que no se olvida
Tan vacío devuelto por las sombras
Tan vacío rechazado por los relojes
Ese pobre instante adoptado por mi ternura
Desnudo desnudo de sangre de alas
Sin ojos para recordar angustias de antaño
Sin labios para recoger el zumo de las violencias
perdidas en el canto de los helados campanarios.

Ampáralo niña ciega de alma
Ponle tus cabellos escarchados por el fuego
Abrázalo pequeña estatua de terror.
Señálale el mundo convulsionado a tus pies
A tus pies donde mueren las golondrinas
Tiritantes de pavor frente al futuro
Dile que los suspiros del mar
Humedecen las únicas palabras
Por las que vale vivir.

Pero ese instante sudoroso de nada
Acurrucado en la cueva del destino
Sin manos para decir nunca
Sin manos para regalar mariposas
A los niños muertos


Envejecer
Silvina Ocampo
(1903 1994) Argentina

Envejecer también es cruzar un mar de humillaciones cada día;
es mirar a la víctima de lejos, con una perspectiva
que en lugar de disminuir los detalles los agranda.
Envejecer es no poder olvidar lo que se olvida.
Envejecer transforma a una víctima en victimario.

Siempre pensé que las edades son todas crueles,
y que se compensan o tendrían que compensarse
las unas con las otras. ¿De qué me sirvió pensar de este modo?
Espero una revelación. ¿Por qué será que un árbol
embellece envejeciendo? Y un hombre espera redimirse
sólo con los despojos de la juventud.

Nunca pensé que envejecer fuera el más arduo de los ejercicios,
una suerte de acrobacia que es un peligro para el corazón.
Todo disfraz repugna al que lo lleva. La vejez
es un disfraz con aditamentos inútiles.
Si los viejos parecen disfrazados, los niños también.
Esas edades carecen de naturalidad. Nadie acepta
ser viejo porque nadie sabe serlo,
como un árbol o como una piedra preciosa.

Soñaba con ser vieja para tener tiempo para muchas cosas.
No quería ser joven, porque perdía el tiempo en amar solamente.
Ahora pierdo más tiempo que nunca en amar,
porque todo lo que hago lo hago doblemente.
El tiempo transcurrido nos arrincona; nos parece
que lo que quedó atrás tiene más realidad
para reducir el presente a un interesante precipicio.


Poema del inocente
José Watanabe
(1946 2007) Perú

Bien voluntarioso es el sol
en los arenales de Chicama.
Anuda, pues, las cuatro puntas del pañuelo sobre tu cabeza
y anda tras la lagartija inútil
entre esos árboles ya muertos por la sollama.
De delicadezas, la del sol la más cruel
que consume árboles y lagartijas respetando su cáscara.
Fija en tu memoria esa enseñanza del paisaje,
y esta otra:
de cuando acercaste al árbol reseco un fosforito trivial
y ardió demasiado súbito y desmedido
como si fuera de pólvora.
No te culpes, quien iba a calcular tamaño estropicio!
Y acepta: el fuego ya estaba allí,
tenso y contenido bajo la corteza,
esperando tu gesto trivial, tu mataperrada.
Recuerda, pues, ese repentino estrago (su intraducible belleza)
sin arrepentimientos
porque fuiste tú, pero tampoco.
Así
en todo.




Alejandra Pizarnik es un viento que se desliza de rodillas en cada regazo de voz. A la espera de la oscuridad, su poema, es también su espera por dejar de pertenecer en las orillas, pero a la vez dejar un gesto de fe en esos versos que de tan lejanos y poco frecuentes se vuelven vacíos. “Tan vacío rechazado por los relojes” y a cambio las rodajas de la soledad dejan a la intemperie su mirada anciana del mundo. Ella no quiso envejecer, no dejó que el cauce de su sangre volviera a su corazón. No evidenció que su alma debería ser alguien “sin ojos para recordar angustias de antaño”. En cambio, Silvina Ocampo, en su poema, Envejecer, quiso atravesar el muro de la juventud para saber qué había hacia ese otro lado. “Soñaba con ser vieja para tener tiempo para muchas cosas”. “No quería ser joven”. Sabiendo que la memoria a veces puede ser cruel, Ocampo imaginó un paraíso que a la vez podría compensar el tiempo perdido. “Espero una revelación”... se deja leer en sus palabras. Entonces la vida se le planteaba como aquel horizonte que no puede recordar ni disfrutar “en los despojos de la juventud”. Pizarnik lo descubrió antes. Quiso abordar el mundo al desnudo. Ocampo dejó al descubierto el sin sentido de esperar a ser cuando “el tiempo transcurrido nos arrincona”. José Watanabe, poeta peruano nacido en 1946, dejó en claro en su Poema del inocente, “Recuerda ese repentino estrago sin arrepentimientos porque fuiste tú”. Su hallazgo a carne abierta, pero “entre esos árboles ya muertos”, nos muestra una porción de la tierra adentro voluntariosa, pegada al sol y sin culpas. Watanabe pareció encontrarle un sentido a su vida confesándose ante los destinos de su tierra virgen y sin miedos. Pizarnik derrochó hojas escritas en ventanas cerradas al sol, en cambio el escritor peruano fue tras él. Y Ocampo cuando descubrió sus arrugas frente al espejo le quedó atrás la realidad. Cada palabra en su punto justo, sin abreviaciones, “que en lugar de disminuir los detalles los agranda”. Alejandra Pizarnik se perdió “en el canto de los helados campanarios” una mañana de primavera de 1972, aunque ya se consideraba ida hace mucho tiempo. Silvina Ocampo llegó a “reducir el presente a un interesante precipicio” en su vano intento de romper con lo cotidiano, y José Watanabe aportó una influencia en su poesía social por un mundo mas justo y menos superficial. Son vaivenes de recepción que se debaten entre dos fuerzas opuestas. Toman la realidad como distancia y la palabra escrita es un desprendimiento de otra realidad imaginada. En ellos está la delicadeza de sus palabras fundidas en un mismo idioma.

lunes, 24 de octubre de 2011

Ay Alejandra...

para reconocer en la sed mi emblema
para significar el único sueño
para no sustentarme nunca de nuevo en el amor
he sido toda ofrenda
un puro errar
de loba en el bosque
en la noche de los cuerpos
para decir la palabra inocente





He desplegado mi orfandad
sobre la mesa, como un mapa.
Dibujé el itinerario
hacia mi lugar al viento.
Los que llegan no me encuentran.
Los que espero no existen.




El perro del invierno dentella mi sonrisa. Fue en el puente. Yo estaba desnuda y llevaba un sombrero con flores y arrastraba mi cadáver también desnudo y con un sombrero de hojas secas.

Alejandra Pizarnik

lunes, 26 de septiembre de 2011

Carta de Juio Cortázar a Alejandra Pizarnik

París, 9 de septiembre de 1971




Mi querida, tu carta de julio me llega en septiembre, espero que entre tanto estás ya de regreso en tu casa. Hemos compartido hospitales, aunque por motivos diferentes; la mía es harto banal, un accidente de auto que estuvo a punto de. Pero vos, vos, ¿te das realmente cuenta de todo lo que me escribís? Sí, desde luego te das cuenta, y sin embargo no te acepto así, no te quiero así, yo te quiero viva, burra, y date cuenta que te estoy hablando del lenguaje mismo del cariño y la confianza –y todo eso, carajo, está del lado de la vida y no de la muerte. Quiero otra carta tuya, pronto, una carta tuya. Eso otro es también vos, lo sé, pero no es todo y además no es lo mejor de vos. Salir por esa puerta es falso en tu caso, lo siento como si se tratara de mí mismo. El poder poético es tuyo, lo sabés, lo sabemos todos los que te leemos; y ya no vivimos los tiempos en que ese poder era el antagonista frente a la vida, y ésta el verdugo del poeta. Los verdugos, hoy, matan otra cosa que poetas, ya no queda ni siquiera ese privilegio imperial, queridísima. Yo te reclamo, no humildad, no obsecuencia, sino enlace con esto que nos envuelve a todos, llámale la luz o César Vallejo o el cine japonés: un pulso sobre la tierra, alegre o triste, pero no un silencio de renuncia voluntaria. Sólo te acepto viva, sólo te quiero Alejandra.
Escribíme, coño, y perdoná el tono, pero con qué ganas te bajaría el slip (¿rosa o verde?) para darte una paliza de esas que dicen te quiero a cada chicotazo.

domingo, 4 de septiembre de 2011

Cómo conocí a Cortázar -por Abelardo Castillo-

Mi relación con Julio Cortázar empieza en el año 1960, acababa de salir Las armas secretas, libro que leí en un tren, en un viaje a San Pedro. Lo leí de un tirón y cuando la terminé estaba convencido de haber descubierto al mayor cuentista argentino. Cortázar en esa época era un desconocido, aunque ya había publicado algunos libros, allá por los años cincuenta. De vuelta a Buenos Aires escribí en el Grillo de papel una nota sobre el libro donde ponía a Cortázar, como cuentista, por encima de Borges, descubría que las iniciales Ch. P. de “El perseguidor” eran las de Charlie Parker –hasta ese momento nadie había notado que ese relato no es una invención sino que está basado en una biografía de Parker-, sostenía que Cortázar terminaría por escribir novelas, y sobre todo señalaba, no sin pedantería, que el final del cuento “Las armas secretas” me parecía imperfecto. al poco tiempo recibo una carta de Cortázar, la primera de una larga serie de cartas, donde decía que lamentaba no poder encontrarse conmigo porque ya estaba con un pie en el avión, pero que había leído esa crítica y nos agradecía haberla publicado. Cortázar era más de veinte años mayor que todos nosotros y nos hablaba como si tuviera nuestra edad. Decía, son palabras de Cortázar, “le voy a certificar unos pálpitos”: en efecto el protagonista de “El perseguidor” era Charlie Parker, aunque nadie se había dado cuenta; el efecto, estaba escribiendo una novela-, en efecto, el cuento “Las armas secretas” le había costado mucho trabajo, no lo consideraba resuelto y nunca había sabido cómo terminarlo. En El grillo de papel, y luego en El escarabajo de oro, aprovechamos a mansalva esa carta. Le escribimos a París ya eso de las lo primero que hicimos fue pedirle un cuento inédito, que nos mandó. En realidad, nos mandó dos. Uno de ellos era “Continuidad en los parques”. Después tuvimos el cuidados, deliberadamente tardío, de explicarle que éramos una revista de izquierda. Sabíamos que él trabajada en la UNESCO y que había publicado en Sur. Le proponíamos ser nuestro colaborador permanente. Nos mandó otra carta diciéndonos que el hecho de que fuéramos una publicación de izquierda se la hacía más leíble, también recuerdo que no escribió “legible”, sino “leíble”, y a partir de ese momento, hasta el último número, formó parte de nuestra revista.
Esa amistad, o lo que fuera, con Cortázar, duró literalmente hasta su muerte, no sin algunas discusiones intermedias. Cuando apareció Rayuela le criticamos el injerto de la teoría de la novela dentro de la novela; incluso le hice un abroma, en una carta, sugiriéndole que la próxima edición la publicara en lata, porque de tanto ir de atrás para adelante el libro se rompía todo, a menos que su estructura fuera una especie de negocio para que uno tuviera que comprar dos ejemplares.
Hacia 1973 lo conocí personalmente de la manera más insospechada y curiosa. Una mañana, a eso de las nueve y media, me llaman por teléfono y alguien me pregunta si habla con la casa de Castillo y yo le digo que sí, en muy mal tono porque estaba medio dormido, quizás me había acostado hacía dos horas. La voz me dice: “Le habla Julio Cortázar”. Y yo, con absoluta indiferencia,: “Ah, sí, qué bien”. Esto sólo es explicable por esa manía, tan nacional, de sospechar que si una voz dice que nos llama Julio Cortázar se trata de una broma. Supuse que era algún amigo sampedrino que, cuando me oyera contestar: “¡Ah, Cortázar!, cómo le va, qué sorpresa”, me iba a decir: “Así que a Cortázar lo atendés y con nosotros te haces el raro...”. La voz, un poco cortada, me dice: “¿Pero, hablo con la casa de Abelardo Castillo?”, y en el “pero” y en la palabra Abelardo noté el gangoseo típico de Cortázar, que pronunciaba la “r” a la francesa,, no por amaneramiento o por hacerse el francés, sino porque tenía frenillo; no podían ser mis amigos de San Pedro, quienes, hablando en general, nos son lingüistas tan refinados como para reparar en esos detalles. Le digo: “Pero, ¿quién habla?. “Cortázar”, me dice Cortázar. Volví a notar la “r” afrancesada y le dije. “Perdóneme, Cortázar, estoy medio dormido, me acuesto muy tarde, estoy durmiendo con mi novia”, qué sé yo qué disparates. El hecho es que quería conocernos, es decir, conocer a los integrantes de El escarabajo de oro. Recuerdo que me pidió que no hubiera demasiada gente porque los argentinos hablábamos muy alto y en Buenos Aires hay mucho ruido y él ya estaba desacostumbrado a nuestros decibeles. Sylvia siempre recuerda esa mañana porque ella tendría veintidós años, y, cuando le comenté a Cortázar que estaba durmiendo con mi novia, él dijo: “No hay nada más lindo que dormir con la novia”. Cortázar vino a mi casa esa tarde. Cuando lo atiende Sylvia, que le llegaba literalmente a las costillas flotantes –Cortázar era un hombre altísimo-, estábamos oyendo jazz, z Charlie Parker, pero por pura casualidad. Estaba encendida la radio, no era un disco nuestro. Supongo que a él le pareció natural. En su literatura se nota que estos pequeños milagros le parecían naturales.
Más tarde llegaron Liliana Heker, Bernardo Jobson, Daniel Freidenberg, uno o dos más. Lo que nos asombró ese día fue no encontrar en Cortázar el humor de sus libros, el de Cronopios o de algunos capítulos de Rayuela. Era un alto señor muy serio, casi circunspecto, muy tímido, que hablaba en voz baja y, cuando se reía, se tapaba la boca con la mano. No habló mal de ningún escritor argentino, cosa muy rara entre escritores argentinos, aunque yo creo que, en parte, lo hacía por astucia, no por las mismas razones por las que Marechal nunca hablaba mal de nadie. Cortázar se cuidaba un poco, por su condición de argentino a medias. Era ambiguo y querible para las mujeres, una combinación rarísima de gigante y de huérfano. En esa época, en el 73, tenía unos 60 años, barba absolutamente negra, pelo negro y tupido, parecía un hombre de treinta años que se ha dejado crecer la barba para perecer mayor. Hasta que nos reencontramos, esa misma noche o alguna otra, no lo oímos reír. Estaba entusiasmado por recorrer “el barrio de los piringundines”, en la calle 25 de Mayo, y nadie se animaba a decirle que a esas alturas ya no había tantos piringundines como él recordaba, pero igual nos fuimos a caminar por la calle 25 de Mayo, por Alem, a tomar vino y a comer en algún bodegón del Bajo. Y ahí apareció el verdadero Cortázar. Después de unos vasos de vino el humor de Cortázar era irrefrenable. Estaba hecho de cosas mínimas como las que a veces pone en sus libros. Contó una miniatura inolvidable. No sé si en Villa Crespo o en Flores, o tal vez en alguno de los puebles donde vivió, había una profesora de Teoría y Solfeo, una de esas señoritas mayores un poco patéticas, que tenía unas tarjetitas donde decía Fulana de Tal Profesora de Piano, Teoría y Solfeo, y abajo, en letra muy chiquita, casi invisible: Se vende un arpa usada. Exactamente lo que le hubiera gustado encontrar a Oliveira.
Hacia 1960, yo le había enviado mi cuento “Historia para un tal Gaido”, en el mismo momento que él nos mandaba “Continuidad en los parques”: se cruzaron en el camino. En el cuento de Cortázar, el personaje de una novela mata al lector; en el mío, al autor. Le fascinaban estos cruces, estos dibujos de la realidad, como los llamaba. Con Bioy Casares le sucedió algo parecido: escribieron una o dos veces el mismo cuento. Claro que, siendo argentino, lo asombroso sería no volver a escribir un cuento de Bioy o de Cortázar.
La última vez que hablé con él fue muy poco antes de su muerte. En mitad de esta relación hubo una polémica muy amarga sobre el exilio durante la dictadura militar. Cortázar llegó a sostener que todos los escritores que tenían algo que decir debían irse a París. Lo propuso textualmente. Nosotros le respondimos en El ornitorrinco –el texto lo escribió Liliana Heker, pero puedo decir nosotros, porque ella respondía por todos-, recordándole que en la Argentina todavía estaban las Madres de Plaza de Mayo, los obreros que no habían podido exiliarse no lo pensaban; que aparecían, si uno corría el riesgo de editarlas, unas cuantas revistas literarias no oficiales; que el mero hecho de vivir en París no garantizaba la buena conciencia de nadie; y sobre todo, que ya se había dado un fenómeno que a Cortázar se le había pasado por alto, Teatro Abierto, que fue prácticamente un acto masivo de rebeldía cultural contra la dictadura. Muchos revolucionarios estratosféricos se molestaron con nuestra revista por haber discutido con Cortázar, porque, en esos años, nos confirmó su aceptación tácita. Pero, además, la última vez que vino a la Argentina, antes de morir –la visita famosa que ahora todos recuerdan por no lo visitó Alfonsín-, volvió a llamar por teléfono para decirme que teníamos razón, y que pusiera el televisor esa noche, ya no sé en qué programa, porque lo diría explícitamente, cosa que efectivamente hizo, y que cuando volviera a Buenos Aires, en unos meses, iba a encontrarse con nosotros, “con mis amigos”, dijo. Ya nunca más volvió, a los tres meses había muerto.
En aquellas primeras noches del setenta, le preguntamos sobre Latinoamérica y él dijo con franqueza: “No entiendo mucho de política”. O sea, que sus opciones políticas eran viscerales. No quería ser un intelectual, no se sentía un intelectual. Era un hombre comprometido emocionalmente con aquello que creía justo.
Y sobre todo era un escritor. Salvo Borges, y no encuentro otra excepción, no he conocido a nadie tan preocupado por el problema de las palabras. Para Cortázar, no sólo tenían sentido y sonido, sino color y peso. Hablaba del valor de las palabras como si fueran una especie desconocida de animalitos que había que amaestrar.
Cortázar ha dicho que no corregía, o que improvisaba sus cuentos sin saber cómo ni por qué. Es falso, es una pose inocente o una broma para señoritas que venden arpas usadas. Yo recuerdo cartas que acompañaban algún cuento para la revista. “Por favor los puntos, las comas; revísemelo usted mismo, lo he corregido tanto...”. Cortázar coqueteaba un poco al decir que escribía sus historias sin saber adónde iba. Él, a lo mejor no lo sabía; pero su inconsciente sí. Esa poética del éxtasis, que profesan los jóvenes tontos, sólo es útil si ya se es Cortázar, si ya se tiene una ciega confianza en que las palabras hablan por nosotros.

lunes, 22 de agosto de 2011

A un año de la muerte de Fogwill

Debería empezar diciendo que hace un año se nos fue el último escritor maldito de nuestro país. Fue internado en el hospital Italiano de esta ciudad y el 21 de agosto de 2010 dejó de respirar. Su adicción al cigarrillo entre otros vicios le ganaron la batalla. Sociólogo y luego empresario. Supo ser docente de la Universidad de Buenos Aires. Nacido en 1941 en la ciudad de Bernal, en la zona sur del conurbano bonaerense, Fogwill fue ante todo rabia y pureza a la vez. Fue el desencanto en bruto que miraba a la sociedad yendo hacia la destrucción por un sistema que ha perdido la confianza en sí mismo.


Su novela, Los pichiciegos, nos anunciaba la rendición en aquella triste aventura en las Islas Malvinas antes de acontecer. La escribió en seis días y sus noches encerrado entre varias raciones de cocaína y malhumor. Atravesado por una buena dosis de talento y genio que hasta ese entonces no se veía en alguien como él. Demoró apenas unos días, lo que cualquier escritor le hubiese costado meses...tal vez años. En carne viva, bajo una Buenos Aires anónima y semi muerta gracias a los medios de la no-comunicación, Fogwill cruzó el pantano que nadie se atrevió a pisar.

Así, con una ecuación casi imposible, su camino no fue el de un escritor convencional. Criticó a los funcionarios de turno, pero también soñó con Las Madres de Plaza de Mayo antes que existieran y predijo la vuelta del radicalismo al poder, todavía en dictadura.

Desenfundado y ácido, Fogwill vio materializado sus propios demonios. Dueño de un pensamiento combativo y frontal, su forma de vida logró cautivar a su propia tragedia. Un invento óptico que supo cubrir con lamentos y más palabras la idiosincrasia de un país en constante desidia.

A veces genio y siempre cuestionado, el escritor criticó al ex presidente ya fallecido, Néstor Kirchner, de ser un “temerario que le apunta al comisario”, dueño de una verborragia propia de un matón dispuesto a salirse con la suya. Pero nada es casual en la lengua de Fogwill. Su condenado filo verbal a una sociedad cada vez más demorada a la hora de pelear su verdad, y únicamente contada en sus libros, fue una constante discrepancia hacia sus colegas.

Sus libros son la consecuencia de sus pensamientos. Su vida anterior, cargada de obligaciones en una empresa de publicidad, fue el puntapié inicial hacia su más sincera pasión, la escritura. Una manera de escribir yendo hacia un destino incierto.

En palabras de Abelardo Castillo. “La literatura esta cargada de fatalidad y tristeza. Sin embargo, la gente quiere ser feliz. Pero la felicidad no hay que escribirla, hay que vivirla. O por lo menos intentar vivirla. En la literatura se pone el deseo, la nostalgia, la ausencia, lo que se ha perdido o no se quiere perder.”

En el caso de Fogwill, su prosa va más allá. Su lenguaje piensa. Su intervención en el mundo es como un corregidor. Un fantasma paralizado y molesto que deambula por suburbios urbanos queriendo desviar a un ser humano de una catástrofe segura.

Fogwill no es un autor trágico por su contenido, sino por su lengua. Sus personajes crean efectos de atemporalidad. Son directos, sin revancha. Omiten garantías irrevocables. Su novela “Vivir afuera”, es el claro ejemplo de esto.

Dice un poema de “Últimos movimientos”: Pasan los muertos / y cuantos son? / Y el arte de enterrarlos, negarlos / y volverlos relatos / en la memoria”.

Apariciones inaccesibles funden este personaje que supo dejar una huella en la literatura argentina.

69 años de existencia hoy se vuelven efímeros

Literatura y Felicidad

La literatura esta cargada de fatalidad y tristeza. Por qué? La vida no siempre es fea. Lo que pasa es que, en el fondo, la literatura es un cojuro contra la infelicidad y la desdicha. La gente quiere ser feliz. Pero la felicidad no hay que escribirla: hay que vivirla. O por lo menos intentar vivirla. En la literatura se pone el deseo, la nostalgia, la ausencia, lo que se ha perdido o no se quiere perder. Por eso es tan difícil escribir una historia feliz. La historia de amor más hermosa que se ha escrito es Romeo y Julieta. Pero es una catástrofe. Ella tiene catorce años y él dieciocho, y terminan suicidándose. Qué linda historia de amor. Uno confunde la felicidad con las felicidades, con ciertos momentos transistorios de dicha o alegría. La felicidad absoluta no existe, y se escribe, justamente, porque la felicidad no existe. Existen pequeños instantes de felicidad, o alegrías fugaces, que, si se consigue perfeccionarlos en la memoria, pueden ayudar a vivir durante muchísimos años. La literatura también es un intento de eternizar esos momentos.

Abelardo Castillo


Los cerdos no deberían haber matado

de nuevo a surgir entre cicatrices
después de apagar el incendio

son bravos

la bronca está extendida
sobre la anónima madrugada descalza

la inocente defensa
roba los clubes del barrio derrumbados

no digan nada
Entreabierto de mudanzas

no quieran saber de mí

desolación de Buenos Aires

distante media luz

escapada de los ojos

domingo, 24 de julio de 2011

Ayuda a tus hermanos a edificar la gran casa en que no parirá la crueldad. (Fayad Jamís) Ellos describen el deseo de vivir a la sombra del pan como el soldado que espera en la trinchera. Sueña hasta que te alcance el mártir que fuiste en ese vértigo febril animado por los gritos de los otros. La discusión del camino entre esos ojos extraños es obviar la inconclusa pesadilla del desierto de papel. El rincón de hielo que inventaste bajo la imploración de un texto de madera, es sólo una discusión en tu mente. Busca la verdad en las manos de la conciencia. El vacío único de bucear en los bordes describiendo un átomo de asombro mientras un paisaje se cae en erupción. No vuelvas sobre tus pasos, ellos arden en la flor que no cree en sí misma.
U2
Sábado 2 de abril de 2011
Estadio único de La Plata

Es la tercera presentación de U2 en Buenos Aires y el segundo show de esta gira, (360º Tour) y expectativa es lo que sobra. Aunque el escenario es algo mas chico de lo que realmente se había visto, no deja de ser imponente y cubrir más de la mitad de un campo que va teniendo a cada minuto menos espacio libre y más pies sobre él.
Son casi las 6 de la tarde y aún algún rayo de sol se filtra en las plateas del costado derecho. La clásica ola en las tribunas, que nació en aquel lejano e inolvidable mundial de México ´86, brota de aplausos ante un publico que goza de un momento que dentro de algunas horas estará vibrando por una de las bandas más importantes de este milenio. Vanguardia, honestidad y sencillez, se reúnen en estos compañeros de colegio que no añoran el pasado. Que toman la vida como un eterno presente. Tal vez musicalmente se repitieron en los últimos años, pero con un gran sentido de madurez y con el riesgo de ser los que siempre fueron. Cuatro músicos respetables, no virtuosos pero de gran técnica, que se tomó el negocio con gran profesionalismo y humildad. No se toman el rock demasiado en serio para ellos mismos, pero vienen aportando discos y giras en los últimos años a fuerza de mucho trabajo y originalidad. Alguna vez Bono dijo que en sus discos fluyen “la inocencia y la experiencia”, fruto de un sello indiscutible que cautiva, un engranaje que no dejó de funcionar desde el comienzo. Luego de la búsqueda musical de sus tres primeros discos y el sugerente The unforgettable fire (1987), muchos creían que U2 había llegado a su fin musical. Pero editan The Joshua Tree (1987), el quinto álbum de su carrera. Quizás su disco más susceptible y conmovedor. Despojado de fisuras y con un estilo afianzado en una década que se debatía entre lo nuevo y lo que no tenía clasificación alguna. “Ahora tenemos música, ideas, contenidos que encajan”, subrayó Bono sobre este disco. Pero nada es casual. The Joshua les abre puertas hacia donde ellos se dirigen, es un viaje inconsciente, plagado siempre de buenas intenciones. Comienza una nueva década, y editan Achtung Baby (1991), reinventándose y poniendo a prueba su vigencia y talento. Simplemente lo cambian todo, o casi. Su imagen será más oscura, se alejarán un poco de su público y les enseñaran que “se trata del vendaval que uno puede generar en su propia vida si uno se deja llevar por los deseos del propio corazón”, así describiría Bono este disco. Letras poderosas. La distorsión del sonido es también su distorsión con el mundo. “Había podredumbre seca en la casa en que empezamos a grabar el disco”, en palabras de Bono, “estábamos acostumbrados demasiado al éxito, sin ponerle atención a su lado corrosivo”. Esto sumado a su primer gran himno de la banda, One. Una canción que trata sobre lo difícil que es permanecer unidos, ya sea en una banda o en una relación. Luego llegaría su disco más salvaje, Zooropa (1993). Un experimento con la tecnología en su más alto nivel. La vuelta del Pop (1997), y así su nombre, es un disco donde la banda deja de ser seria por un rato y se lanza a la pista para no dejar de bailar. Un álbum libre, despojado de formalidades pero a la vez pretencioso. Aquí van a montar el espectáculo más grande del mundo, con un escenario de dimensiones ecuménicas y la última tecnología en su poder. Van a lucir lleno de brillos y excéntricos. Creyéndose inmortales.
La nueva década los encontrará nuevamente en sus raíces. Editan All that you can’t behind” (2000). “Es un disco acerca de la esencia, acerca de dejar de lado todas las cosas no esenciales y darse cuenta de cuáles son las cosas esenciales: la familia, la amistad”. (Bono). Este disco los convierte en una banda ya pasados sus 20 años juntos que puede disfrutar de su música tal vez más que en sus comienzos. Un disco virgen, primario, lejos de cualquier pretensión. “Yo quise hacer un disco crudo de las cosas sin las cuales no podríamos vivir”. (Bono).
En How to dismantle an atomic bomb, (2004) es un disco más rockero, una consecuencia de su anterior. Aportando canciones con un gran registro vocal seguido de una exquisitez melódica y sonido concreto. “Es la mejor colección de canciones que jamás hayamos reunido. No hay malas canciones. Pero, como álbum, el todo no es mejor que las partes, y eso me desconcierta”, (Bono).
El 2009 los encuentra con nuevo disco bajo el brazo No line on the hotizon. Es un álbum donde surge la entrega ante un mundo urgente. Con un sonido explícito teñido de sintetizadores y sobre grabaciones que quizás empañen el concepto final. Son canciones con una estructura lateral lasciva. Esta corrido por una vertiente de inspiración épica, mareado alrededor de un mismo sonido.
La dirección artística esta a cargo del ya estable equipo en las grabaciones de la banda irlandesa. La dupla Eno / Lenois. Este disco de U2 demuestra ser una evolución más en su intenso camino. “Este disco trata del mundo y del deseo de salir de él para escapar. Es un disco muy personal”, (Bono).
Pero es sábado 2 de abril de 2011 y U2 está a punto de comenzar su segundo show en Buenos Aires y todo lo demás no importa. Las luces se apagan 21:34 y los cuatro de Irlanda salen a escena. Lo primero que impacta es el sonido arrollador que logra empañar algo la voz de Bono, pero él es la esencia, y hace delirar a todo el estadio. La puesta en escena deja al público en un estado de júbilo y delirio. El inmenso escenario los deja libres. La poderosa guitarra de The Edge guía el sonido de la banda. Los acordes del bajo de Adam Clayton demuestran valentía y poder y los golpes en la batería de Larry Mullen Jr. llevan a un ritmo furioso este viaje en la capital de la provincia de Buenos Aires. Pero nada es al azar. La puesta de luces junto con la pantalla que, por momentos, calca al escenario, es demasiado para los ojos y los oídos de un ser humano. Un estadio colmado. Ellos tienen el control y lo ocupan con canciones. Escaleras movibles los acercan de a ratos a un público que se rinde a sus pies.
U2 logra honestidad y emoción. Sensatez y espacio lírico. Bono durante todo el concierto va a querer llevar el público al escenario, allí, viviendo cada canción con ellos. Un espíritu de libertad y honestidad se respira en la cancha. Un concierto dado desde el corazón, con picos de emoción en canciones como One o la versiòn acústica en manos de la dupla The Edge/Bono de Stuck in a moment you cant`t get out of.
U2 es una banda de una gran llegada con su público, no sólo por su música, si no principalmente por su sencillez y grandeza intelectual, cargado de “inocencia y experiencia” colectiva. El talento nunca los deja de lado y sus canciones hablan de que todo sueño es posible.
Estos 4 muchachos simples de Dublín, que alguna vez fueron compañeros de colegio, no vinieron a demostrar nada. Sólo que después de 35 años juntos, valió la pena formar una banda.
¿Cuál es la misión de U2? En palabras de Bono: No ser falsos. Ir a un lugar muy oscuro dentro de uno mismo es muy caro. Muchas bandas llegan a un determinado nivel de confort y no quieren estar ahí. U2 sigue lista para estar ahí, y pensamos que hay mucho por demostrar todavía.
2 horas 20 de concierto hicieron de las palabras del cantante la realidad más absoluta.
Algunas mejillas con lágrimas que caen y murmullos que apenas se dejan oír, harán terminar la noche.



04 04 2011

Descanso

Sobre cómo abordar el otoño entre lo que se ha perdido y lo que se ha encontrado. No mirar el pasado. Olvidar el futuro. Cicatrizar la verdad hasta que el hígado aguante y las piernas sostengan. Un punto de apoyo casi despierto rendido a las delicias del trueno. Trenes en despedida sobre una canción de cuna. Ese veneno rudimentario que oculta la razón y el impulso reiterado de refugiarse más allá de la lluvia. Esconder una semilla de golondrina frente al mar, sin abandonar la espuma en el vaivén de los astros.

martes, 19 de julio de 2011

El Mercado de Abasto

Destino inmortal de
la esquina de frutas
y verduras que supo
trascender su tiempo


El edificio de las madrugadas
trabajosas que dejò sus puestos
y carros en el viejo empedrado
transita su camino en el refugio
de sus paredes hoy centenarias.






El ilustrado mercado de Abasto, fruto de convergencias y desamores situado entre las calles Lavalle, Anchorena y Agüero es uno de los centros más visitados y con más anécdotas de la ciudad. Este edificio, hoy devenido Shopping, se ideó a fines del SXIX gracias al acuerdo de un grupo de inmigrantes italianos que le pusieron forma hasta convertirse a partir de la reforma de 1934 en el centro de frutas y verduras, junto con pescados y carnes, más importante de Buenos Aires y luego de América del Sur. Caminando por sus veredas se pueden descubrir la antigua casa de Carlos Gardel, sobre la calle Jean Jaurès, donde vivió con su madre hasta su trágica muerte en 1935. Recorrer entre paredes fileteadas y decoradas ese laberinto es soñar esos años que cuidan la memoria del barrio que lo vio crecer. El hombre de las mil sonrisas se convirtió en ese señor de Buenos Aires que nunca envejece. Perdurará eternamente para todo aquel que lo quiera escuchar y sabrá que su silencio, lleva una melodía que seguramente nos reconoce y nos toca. El silbido de los hombres de traje y sombrero, las mañanas trabajosas de un lugar que creció construyendo sueños a fuerza de “vaquitas ajenas”. El inmigrante que se movía en un barrio sin diferencias ni concesiones terminó por definir sus triunfos y fracasos en una tierra desconocida que adoptó como suya.
Entre bares y fondas, el barrio desde donde nació el tango, esconde en un rincón a uno de los ejecutantes del bandoneón más importantes y admirados que dio este recinto porteño. Aníbal Troilo. “Pichuco” supo embellecer con sus exquisitas melodías a varias generaciones que siguieron su música y caminaron la avenida angosta haciéndose cómplices entre “sabihondos y suicidas”. Supo nutrir de nostalgia a aquellos corazones que deambulaban corroídos por la niebla. Por una ciudad borracha que se preguntaba a si misma entre la volaración de un mundo hostil y la noche indiferente de tacos altos vestida de mujer.
El barrio del Abasto supo parir las frustraciones de una calle de luces y sombras acariciadas por el alcohol y límites violados surgidos por el frío de la madrugada y la desatención de esta porción de la ciudad indefensa. Matices de un mismo color fueron encontrados en las vidas que supieron subsistir bajo los anales de la lluvia. En la misma avenida pero a la vez lejos de su encuentro con los libros, teatros y cafés y el amparo del obelisco. Aquí las conversaciones fluctuaban entre grandes esperanzas en vano y cuentos de utopías de un vivir mejor para los sueños de los pobladores.
Un profeta italiano con estricta educación inglesa y huyendo de los excesos de una vida sin retorno, aterrizó primero en las sierras cordobesas en la casa de un amigo para luego terminar sus días en el barrio del antiguo puesto de frutos abandonado. Luca Prodan fue la voz de Sumo e hizo de su lugar de residencia, una inmortal canción que hace temblar al más escéptico. “Mañana en el Abasto”. Tomates podridos por la calle del Abasto / podridos por el sol que quiebra las calles del Abasto / Hombre sentado ahí, con su botella de Resero / los bares tristes y vacíos ya / por la clausura del Abasto.
Bajo la noche casi siempre desvelada de esta porción de Buenos Aires sobrevuela un murmullo de carretas por calles empedradas, entre carros y manos percudidas por el traslado de canastos con sus frutas, verduras, pescados y carnes con el tranvía como fiel testigo. Mientras el “Morocho del Abasto” sonríe en cada porción de su barrio con su mirada de hombre valiente y afortunado en su esquina feliz.

Mi Buenos Aires querido

Mi Buenos Aires querido
Música: Carlos Gardel
Letra: Alfredo Le Pera

Mi Buenos Aires querido,
cuando yo te vuelva a ver
no habrá más pena ni olvido.

El farolito de la calle en que nací
fue el centinela de mis promesas de amor,
bajo su inquieta lucecita yo la vi
a mi pebeta luminosa como un sol.
Hoy que la suerte quiere que te vuelva a ver,
ciudad porteña de mi único querer,
y oigo la queja de un bandoneón
dentro del pecho pide rienda el corazón.
Mi Buenos Aires, tierra florida,
donde mi vida terminaré,
bajo tu amparo no hay desengaños,
vuelan los años, se olvida el dolor.
En caravana, los recuerdos pasan,
como una estela dulce de emoción.
Quiero que sepas que al evocarte
se van las penas del corazón.

La ventanita de mis calles de arrabal
donde sonríe una muchacha en flor;
quiero de nuevo hoy volver a contemplar
aquellos ojos que acarician al mirar.
En la cortada más maleva una canción
dice su ruego de coraje y pasión;
una promesa y un suspirar
borró una lágrima de pena aquel cantar.

(Coro)

Mi Buenos Aires querido,
cuando yo te vuelva a ver
no habrá más pena ni olvido.

Rayuela

Viviré en cajas de muñecas,
tendré vestidos con puntos de colores
y en mis pies zapatos de charol.
Viajare por el mundo atada
a los hilos de los barriletes.
Me ganare la vida cazando nubes esponjosas
para traerlas mas abajo
en forma de algodón de sueños y azúcar rosa.
me dedicare a colgar sonrisas
en toda pared blanca de esperanza y
Sacare de mi cartera
cuanto poema necesite dedicar
a los que buscan una flor en todo balcón,
para que nadie nunca , nunca
deje de jugar a la rayuela.

Julio Cortázar
Encuentro pasado despidiendo antiguos dioses. Desfile inconciente derribado. El norte caído en el sueño de la tormenta inundada en un pozo de huesos. Exhiben carros en laberintos de madera. De frente al sol, dibujados en monólogos cubos de saliva. Formulando preguntas en la eternidad de la angustia inicial. O acaso esquivar la muerte. Esa metamorfosis que se escabulle entre los senos de la breve cárcel.

lunes, 18 de julio de 2011

40 años de rock Nacional

En los albores de la música rock en Argentina, el público que lo siguió a través del tiempo, desde luego fue partícipe de sus actos, sus costumbres y hasta se sintieron identificados con su manera de pensar, de vestir y de vivir la vida. A mediados de la década de 1960, el rock era marginal, algo que muy pocos escuchaban, menos seguían. No era difundido, no era promocionado, la gente que lo descubría se juntaba en las casas a compartir sus discos y sus historias. Eran los comienzos del rock en castellano, las bandas comenzaron a sonar en garajes, a escondidas. Cantaban covers principalmente de The Beatles o en su menor medida de los incipientes The Rolling Stones, que aún no habían grabado temas propios. Durante gran parte de esa década eran una banda de blues buscando su camino de expresión.
En Junio de 1967 se editó “La Balsa” de Los Gatos, compuesta por Litto Nebbia y Ramses VII o “Tanguito”, en el baño de “La Perla” del barrio de Once. A partir de ese momento la banda creció repentinamente en convocatoria llenando todos los lugares donde tocaban. El estilo beat de Los Gatos enloqueció a un público ávido que descubría que el rock podía ser cantado en nuestro idioma. Durante ese año vendieron más de 250.000 copias con el simple “La Balsa” en el lado A y “Ayer nomás” en el lado B, un tema re-interpretado por Los Gatos a partir de su versión original compuesta e interpretada por Moris. En esa época un jovencísimo Luis Alberto Spinetta, junto a sus compañeros de colegio del barrio porteño de Belgrano, Edelmiro del Guercio, Edelmiro Molinari y Rodolfo García, fundaba Almendra, sencillamente un respiro de luz, belleza y poesía para un público siempre perseguido y apartado en una sociedad que crecía entre golpes militares y manifestaciones con represiones masivas de gran alcance nacional como fue “el Cordobazo” en mayo de 1969. Manal y Vox dei estaban dando sus primeros pasos en esta época con un lirismo y trato de la música desbordante para la época. En la orilla, del otro lado del atlántico, en la ciudad de París, se llevaba a cabo una manifestaciòn que recorrería el mundo hippie de esos años, el mayo francès, lo que provocó cambios realmente decisivos en la sociedad.
Comienza 1970 y el rock se llena de furia con Pappo tocando en La Pesada de rock `n roll y luego formando un trío junto a Black Amaya y David Lebòn llamado simplemente Pappo`s blues. Su gente ya identificada con su estilo y sus letras ensancha la capacidad de asombro junto a su maestría con su guitarra y su manera de mirar el mundo.
El estallido social va a comenzar con un episodio siniestro en la República Argentina, el secuestro y posterior asesinato de Pedro Aramburu, responsable de la desaparición del cadáver de Evita y de los fusilamientos de militantes peronistas en un descampado de León Suárez en 1956. Esto inicia el primer movimiento guerrillero con Montoneros. En tiempos violentos y veredas sin distinción, el rock iba a ser un sostén de realidad y conciencia para aquellos que lo siguieron. De pronto, los recitales se realizaban por la mañana sólo sábados y domingos. La barba y el pelo largo eran siempre sospechosos, obligados a cacheos e interrogatorios sin sentido. Andar de noche se había vuelto peligroso.
Dos compañeros de colegio oriundos de Caballito forman una de las bandas más recordadas y emocionantes del rock argentino, Sui Generis. En 1972 lanzan su primer álbum, Vida, y una ansiada esperanza se apodera en los jóvenes. “Poco a poco fui creciendo y mis fábulas de amor se fueron desvaneciendo como pompas de jabón”, cantaba un iluminado García. Temas en formato Folk, letras para una generación aturdida y sombreada en un constante malestar. Luego vendría el maravilloso “Confesiones de invierno” y al año siguiente “Pequeñas anécdotas sobre las instituciones”, con varias canciones censuradas, para luego culminar en 1975 con un mega-retal en el Luna Park ante más de 25.000 personas. “Y si bien yo nunca había bebido / en la cárcel tuve que acabar. / La fianza la pagó un amigo / las heridas son del oficial., cantaba García desde el escenario con un público que le agradecía en aplausos. Mientras tanto Luis Alberto Spinetta formaba “Pescado rabioso” con riffs de guitarra distorsionados y un sonido mucho más directo que su banda anterior. Luego formaría Invisible, un trío potente y ancestral a la vez, con una base rítmica que mezclaba rebeldía con virtuosismo. El debut de la banda en público fue en el Teatro Astral en Noviembre de 1973. Ante un público fascinado con el nuevo grupo del flaco.
La década de 1980 iba a empezar opacada, con una dictadura que había hecho un destrozo moral inusitado para la época, con un grado de violencia y represión sin precedentes. El dictador de turno, Leopoldo Galtieri, en abril de 1982, tuvo la nefasta idea de querer recuperar las Islas Malvinas al país menos indicado, Gran Bretaña. Durante esos meses sólo se podía difundir por la radio música nacional; músicos como León Gieco y Juan Carlos Baglietto, entre otros, fueron difundidos como nunca antes lo habían sido con un público cada vez más perseguido y perdido a la vez.
En Diciembre de 1983, con el advenimiento de la democracia, comenzó lo que se diò a llamar una nueva etapa; bandas como Virus, Soda Stereo, Sumo, Los Violadores o Los Redonditos de ricota, comenzaron a tener una importante convocatoria en lugares como Zero o Einstein, pubs donde todo estaba permitido y una nueva página en el rock se estaba escribiendo. Un público expectante y desinhibido disfrutaba de un momento que esta destinado a ser historia.
Los años 90 siguieron con nuevos excesos y el hedonismo pop se adueñó de nuestras costumbres. Bandas de todas las latitudes llegaron a estas pampas opacando las bandas de acá, y su público se fue reformulando y mutando a través de los años. También es verdad que la tecnología a nuestro alcance y el grado de masividad de bandas nacionales llenaran estadios.
El público siempre se auto declaro muy roquero y como un perro andaluz para sus bandas preferidas, sin dejar de lado su aguante y hermandad.

sábado, 16 de julio de 2011

Ruido de magia

Te vi como mecida en algo,
cubierta de racimos más que blancos.
Tu fuiste la querida en la tormenta,
no llega ya mi voz a tu alma.
Las ostras se han servido de tu nácar,
mientras oigo tu ruido, ruido de magia.

Recuerdo haberte amado así dormida,
en quellos que fueron débiles sueños,
crepúsculos de fuego sobre tu noche.

Y así palpita el dios que fuiste,
bailando entre las piernas gigantes,
verás que nuestra danza está quebrada.

Invisble
El jardín de los presentes (1976)

viernes, 15 de julio de 2011

Independencia
abril de ojos muertos de azúcar

indefenso
cruel abismo sin retorno

despedida en la sed
del vientre vacío


14 07 2011