Te vi como mecida en algo,
cubierta de racimos más que blancos.
Tu fuiste la querida en la tormenta,
no llega ya mi voz a tu alma.
Las ostras se han servido de tu nácar,
mientras oigo tu ruido, ruido de magia.
Recuerdo haberte amado así dormida,
en quellos que fueron débiles sueños,
crepúsculos de fuego sobre tu noche.
Y así palpita el dios que fuiste,
bailando entre las piernas gigantes,
verás que nuestra danza está quebrada.
Invisble
El jardín de los presentes (1976)
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