A Estela la conocí en una presentación del libro El dictador, de María Seoane y Vicente
Muleiro, en el Colegio Nacional. Estaban los autores y Eduardo Luis Duhalde
junto a ella. Cuando le tocó hablar a Estela me impactó su serenidad, pero al
mismo tiempo su entereza, su lucha, su manera recta de hablar. Con la frente
bien alta y mirándonos a los ojos a todos los que estábamos ahí. Recuerdo haber
llegado ahí con algunos problemas que yo creía importantes atorados en mi
cabeza. Fueron un rayo de luz sus palabras de aliento. Pensándolo bien, ella
había perdido una hija. La habían asesinado por pensar distinto. Una vida
interrumpida a los 23 años. Y la entereza de su madre reclamando, no venganza,
sino verdad y justicia. Cuando finalmente el evento terminó, pasó por al lado
mío. Y sentí un temblor de esos que emocionan de una manera sobrenatural. No
pude ni siquiera mirarla a los ojos. Pasó derecha y muy segura, pero al mismo
tiempo serena y calma. Tenía una misión en su vida. Le habían arrebatado a su
hija unos hombres que de la vida no sabían nada. Ella luchaba desde su
desaparición y luego cuando le confirmaron su muerte física en un destacamento
de Policía de Isidro Casanova. Le pidieron que reconociera el cuerpo. Desde ese
día y para siempre, su misión sería encontrar a los culpables. Sin saberlo,
Laura Carlotto estaba embarazada de tres meses cuando la secuestraron. Una
vecina fue a visitarla y se lo dijo. Había visto a Laura en un campo de
concentración y si nacía varón le pondría Guido, como su padre, esposo de
Estela. Y así pasaron los años, entre búsquedas y el hachazo irreparable del tiempo.
La esperanza y la fe en todos sus estados. La inclaudicable lucha de jamás
darse por vencido. Atravesando situaciones de todo tipo. Buscando a su nieto Estela
recorrió el mundo para que todos sepan.
Guido hoy tiene 36 años, es músico y vive en la localidad de Olavarría.
Sí, Estela encontró a su nieto después de todo este tiempo transcurrido. Y ahí
estaba la abuela, serena y calma como aquella vez que la vi. Con lágrimas
contenidas, con emociones que no cabrían en todos los corazones de los
habitantes de esta tierra. Me pregunto, ¿Cuánta alegría y felicidad junta debe
estar sosteniendo Estela en este momento? Recordar a su hija que no pudo
envejecer. Imaginar a su nieto, no ya bebé, sino convertido en un hombre que
habitó la misma nación y tal vez recorrió las mismas calles que su abuela sin
saberlo. Y un día el cuadro se completa, se hace más grande. El sueño aparece
de múltiples formas y sí, es verdad. Es él y es ella parados, enfrentados en un
mismo tiempo que los encuentra a cada uno en la misma sangre y sus vidas cambiarán para siempre. Y Estela
sigue ahí con sus ojos sosteniendo la emoción de años, de siglos, de universos
y pensamientos que sólo ella sabrá. ¿Y
cómo será el encuentro? ¿Qué se dirán? ¿Qué hay de ese silencio? ¿Cuántas
imágenes pasarán por su mente? Esto nos ensancha el corazón. Hoy pasado y
futuro se juntan. 36 años de sueños
realizados en un solo día. Lágrimas de amor que llegan al alma. ¿Existe algo mejor en el mundo?
No hay comentarios:
Publicar un comentario