"Yo todavía los puedo ver a Gustavo y a Zeta entrando
por la puerta de mi casa, el primer día que nos encontramos para conocernos y
para ver qué hacíamos. Sentí una fuerte conexión humana. Recuerdo que ese día
no tocamos: hablamos. Soñamos como cualquier grupo que recién comienza.
Dijimos: “Vamos a hacer una banda y vamos a hacer esto y lo otro y estaría
bueno aquello y la estética” [1]Charly
Alberti. Estas palabras de iniciación del baterista fueron el puntapié inicial.
Un día del año 1982. Tiempos
violentos para el país. Pero también de efervescencia para el rock argentino y
una inocencia a prueba de todo. Al final quedaron ellos tres, Gustavo Cerati,
Héctor “Zeta” Bosio y Charly Alberti. El
jardín de los senderos que se bifurcan quiso que se encontraran aquella
tarde y que no se separaran por casi 20 años. Desde el comienzo trazaron una
manera distinta de hacer todo. No sólo fue su música, bastón fundamental para
una banda, también fue su vestuario, la estética audiovisual y fundamentalmente
la forma de encarar el negocio de la música. “Nosotros queremos ser populares”
dijo alguna vez Cerati. Pero el comienzo fue difícil. Al principio no fueron
tres, sino que fueron casi siempre cuatro o cinco. Richard Coleman, Ulises
Butrón y Daniel Melero entre otros se disputaron ese número cuatro. Pero había
algo entre ellos tres inquebrantable. Y así siguieron siendo sólo ellos. Hasta
el lanzamiento del primer disco titulado como el nombre de la banda, el trío
supo de armarse un sonido y una estética singular. De la mano de Alfredo Lois
como Director de Arte, soda Stereo se nutrió desde el comienzo de estar un paso
adelante del resto. Miraban a Inglaterra y lo que se venía era la New wave. Un
desprendimiento del ya agotado punk mezclado con pop a base de sintetizadores con
una impronta musical de mayor
complejidad. Ellos tomaron nota y se enfocaron en una nueva manera de hacer
música, de vestirse, de peinarse y de cómo dar el próximo paso. El primer disco
llegó gracias al intenso trabajo desde el comienzo del incipiente trío. En
1984, dos años después de conocerse, se juntaron en un estudio de la
discográfica CBS y se dispusieron a grabar lo que sería su debut discográfico.
Con un dibujo de sus caras en la portada, el álbum se editó el 27 de agosto de
1984. Con la producción artística de Federico Moura (cantante de Virus), Soda
Stereo dio a luz su tan esperado vinilo. El disco tiene toda la energía y las
imprecisiones de un primer disco. Nadie sabía que el grupo poco tiempo más
tarde iba a convertirse en la banda más grande de Latinoamérica. Ni siquiera
ellos. El disco trata básicamente sobre lo superficial y hedonista que puede
ser el mundo a veces y las contradicciones que surgen en el modo de sobrevivir
a ello. Argentina estaba viviendo su libertad democrática luego de siete años
de dictadura y había que reparar los daños. Pero en este disco no hay
nostalgias por un pasado turbio, sino más bien todo lo contrario. Ellos son los raros peinados nuevos de Charly
García. Es todo presente, el régimen se
acabó, reza la canción Dietético de ese disco. Lo que transmite Soda en ese
momento es pura adrenalina y un hambre de éxito incontenible. Quizás la
producción artística no fue del todo acertada por el experimentado Moura, pero
hay que ponerse en ese momento. Es decir, en vivo era mejor banda que lo que
sonaba en ese primer disco. Con el pasar de los años y de la música, es notable
el cambio de dirección, sin perder su esencia, entre disco y disco. Un
crecimiento como tal vez no se dio en ninguna otra banda de estas tierras. Al
año siguiente va a llegar Nada personal,
mucho más serio, luego Signos, donde
alcanzan una madurez muy difícil de superar. Pero para eso ya habrá tiempo de
analizar. A 30 años de aquella primera aventura que atravesó mucha música y
siempre las mismas tres personas. Un
simulacro demasiado real.
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