Julio Cotázar

Julio Cotázar

lunes, 16 de junio de 2014

El pasado


El pasado
Alan Pauls
Anagrama

560 páginas



Describir la soledad desde un amor desintegrado es siempre una intervención insegura. El pasado deja entrever una implicancia ante el hecho no consumado de Rímini y Sofía, separados luego de trece años. De ahí en más, son dos seres condenados a enloquecerse que habitan un mundo complejo y perverso que se dejó llevar por la desidia. Un camino a la soledad del amor es también un camino inverso a la felicidad. El resultado que describe Alan Pauls (Buenos Aires, 1959) es más bien un antídoto al desasimiento y juventud de un tiempo que avanza hacia atrás. El pasado toma como punto de partida el final de una relación, y desde ahí avanza  hacia el mismo infierno o infinito en la cabeza de Rímini, por un lado,  que intenta alejarse desde una realidad que se transforma, y la de Sofía, ella sigue viva más allá de la disolución de la que forma parte.  Él combate en su mente, un escape sobrenatural que se obsesiona con una Sofía irreal y que de a ratos fluctúa una inversión de tiempo y locura. Un desprendimiento irregular fluye entre recuerdos compasivos ante la contrariedad de una nueva e incesante búsqueda. Es posible que El pasado sea un divisor entre el vacío después de una decepción amorosa y el desencanto de querer volver a vivirla nuevamente. El fruto exquisito de la espesura dialoga hacia un ayer difuso, detenido en un tiempo altisonante y difícil de distinguir. La vida de Rímini se desarma a través de sus acciones equívocas y desdeñadas sin ningún tipo de exigencia. Va de un lado a otro buscándose entre dos fuerzas opuestas, una que lucha incansablemente por soltar a Sofía y olvidarla y otra que funciona como una fuerza contraria, anómala y sobre todo destructiva. En tal caso, Rímini acepta su propio riesgo, su espectro actúa como un espejo que le devuelve su imagen deformada. Encerrado entre paredes sin aberturas, Rímini busca sin ser demasiado consciente su falso destino. Deambula como un hombre que busca un mero dominio alejado de cualquier defensa. La emergencia de El pasado se centra en un amor trágico, destinado al sufrimiento, que puede tomar forma de convicción en la medida que se pueda hacer algo con el significado de su historia. La discusión de un amor en pleno derrumbe pasa de un borde a otro y se traduce a través de un reordenamiento en declive. A la vez, ese mismo amor, es invadido a poner brutalmente un límite imaginario a una relación de seres lastimados. La intensidad a la que se  expone la novela es atribuida a cierta cadencia, un grito al unísono que despliega un síntoma de desenfreno dentro de una Buenos Aires que va a ser de testigo. El pasado atraviesa de principio a fin el desenlace de un amor en eterna agonía. La historia fluye hacia otras vivencias, amores corroídos,  casi siempre dependientes de todo. Alan Pauls enfrenta la descripción de los laberintos del amor, las vicisitudes del amor, las incongruencias del amor. ¿El resultado? Un llamado a la solidaridad de un amor que no puede sostener la decadencia de los protagonistas sin creer en sí mismo. Un amor desorientado como un cauce sin salida, que se desangra, inconmovible, aciago. Finalmente, El pasado trata sobre la descripción de una soledad dañada, sin equilibrio.

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