Poema sobre un final premeditado
Dulce cómplice de mi sueño
un firme caballo de otoño
nos cubrió el pálido océano
compartido sobre un silencio adverso
fresca y blanca
los soldados de la noche
atiborrados en su esperanza ciega
máscara de una flor inconclusa
reminiscencias sitiadas de la palabra
fuimos a caer indefensos
cuyas riendas de acero
ultrajaron el idioma sin besos
rectangular reflejo de un desierto vago
tu sombra y mi sombra
en una galería sin destino
Soñaba ser un hombre adulto
vos un rostro simple que camina sin prisa
sólo del otro lado del ocaso
entre el tedio y el resplandor de tus manos
y tu real mirada de entretiempo
universo huérfano de un tiempo que se disuelve
sobre mundos de soledad entre mis ojos
En el principio que divide los dos crepúsculos
temí saber la cerradura que me abandonara al fuego
la tarde serena se cayó sobre mi cuerpo
la memoria de tus ojos sólo un recuerdo
declive universal sobre otro mundo verde
aún no sabía de esa noche última y rota
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